Las palabras en el seno familiar van más allá de la mera transmisión de información; son puentes que conectan los sentimientos entre padres e hijos. La comunicación desde el respeto, el deseo de expresar afecto, es fundamental para el desarrollo de una autoestima sólida, una personalidad saludable y relaciones sociales positivas en nuestros hijos. Como señalan Pieper y Pieper, los padres tendrían más éxito en la regulación del comportamiento de sus hijos si utilizan el amor en lugar de la disciplina.

Cada palabra pronunciada por un padre se convierte en un eco en el alma de un niño. Las palabras de cariño y afecto, de elogio y aliento, tienen el poder de alimentar la sensación interna de valor y seguridad en un niño. Cuando los padres se comunican afectuosamente con sus hijos, la relación florece. Los niños se sienten amados, escuchados y comprendidos, lo que aumenta su amor propio y su confianza en su posición en la familia.

Sin embargo, las palabras también pueden herir profundamente. Un niño que crece sumergido en la crítica verbal puede llegar a la conclusión de que es insignificante y no merecedor de amor. Las palabras tienen un peso tremendo en las creencias de los hijos, y pueden construir un adulto seguro y amoroso o uno agresivo y resentido.